14 arroyitenses viajaron a la ciudad formoseña llevando donaciones de ropa y alimentos. Jaquelina Verón nos relató la experiencia, en primera persona.
14 voluntarios locales viajaron a la ciudad formoseña de Ingeniero Juárez –distante 460 Km de la capital provincial-, llevando donaciones de ropa y alimentos. Allí, más del 25% de la población [5.000 de 19.000] pertenece a las etnias Toba y Wichi. La experiencia fue relatada en primera persona por Jaquelina Verón, una de las organizadoras de la travesía, a EL ARROYITENSE: «Miseria es la palabra que más resuena. Y la otra es injusticia», explicó con tristeza, para ponerle nombres a lo que sólo se aprecia si se ve. Y verlo es el golpe de una realidad opuesta a la nuestra, aunque todos seamos argentinos y habitemos el mismo país.
Este proyecto se gestó el año pasado, por parte de Mariana Luque Prost y Zoraya Picchiottino. Como al viajar no pudieron hacer lo que realmente querían hacer, se hicieron la promesa de regresar, con más gente y con más donaciones.
Nos fuimos contactando y se armó un lindo grupo. Realizamos colectas de ropa y alimentos no perecederos. Como fue tanta la ropa donada, decidimos separar y hacer ferias americanas, primero con trueques por mercadería y luego con ventas por $20, $30 y $40.Las donaciones se enviaron previamente, gracias a la colaboración de transporte Carbajales. Los camiones llevaban los bultos hasta Las Lomitas, una ciudad que queda a 150 Km de donde íbamos a estar hospedados nosotros. Contratamos una Trafic, y viajamos 13 voluntarios, aunque después el chofer se sumó a la causa y fue uno más de nosotros.
Salimos el viernes 8 de julio bien temprano y llegamos de noche a Ing. Juarez. El sábado 9 por la mañana, el representante Wichi, Agustín Santillán, nos acompañó hasta la reserva, donde se encuentra la “escuela sin paredes”. El camino es prácticamente intransitable, no existe el ripio y, en varios tramos, los guadales hacen muy dura la travesía.
Contratamos un flete para trasladar las cosas hasta allá. Además llevamos una comida para compartir con ellos, con motivo de festejar el Bicentenario de la Independencia.
Nunca pensamos en lo que nos íbamos a encontrar. Esta gente vive en la indigencia más triste que podamos imaginar. El tendido de la red eléctrica se corta 20 Km antes de llegar a la comunidad. No tienen agua potable, tampoco perforaciones que sirvan de pozos o aljibes. Viven en asentamientos donde construyen sus viviendas tipo chozas (de lo más precarias) y la mayoría cubre el techo con nylon o, en su defecto, con ramas y hojas.
La gente se desespera por la comida. Es así: no acceden a la alimentación más básica. En la comunidad Batería, donde se encuentra el maestro Epifanio Alfonso, residen unas 20 familias y a pocos metros de ahí, hay otra comunidad. Su líder es Pánfilo González, donde hay 14 familias más.
Miseria es la palabra que más resuena. Y la otra es injusticia. Con muy pocos recursos han elaborado un censo con sus datos y números de DNI. Nadie cobra la asignación familiar. Sólo el maestro y Pánfilo reciben una pensión, que les alcanza para comer una semana.
Todos y cada uno de los trámites que ellos deban realizar, tienen que hacerlos en la localidad de Potrillo, que dista a 50 Km. Tardan tres horas en llegar, ya que el único medio de transporte que tienen es una bicicleta.
Cuando el maestro nos dedicó unas palabras, nos pidió por los niños, ellos no quieren que corran la misma suerte. Quieren que sean reconocidos como personas y que puedan acceder a sus derechos.
Si hablamos de salud, la última vez que un médico pasó por la comunidad fue el año pasado. Sin palabras al respecto.
Cuentan con un viejo contenedor todo oxidado en el que, de vez en cuando, el gobierno local les envía agua, la cual está altamente contaminada. Ellos mismos cuentan que luego de ingerirla, los niños se enferman con vómitos y diarrea.Son gente pobre, muy pobre, pero tan humilde y noble de corazón. Lamentablemente son NN para la sociedad de Formosa, que los hace a un lado. Les resulta casi imposible conseguir una changa, y si lo hacen, se la pagan con monedas.
Hablamos con cada una de las mujeres, ninguna cobra la asignación universal. Y los niños están anotados. En Ing. Juarez o Potrillo no hay oficinas de ANSES; sus expedientes nunca llegan. Los punteros políticos niegan su existencia. Ellos han vendido su alma para tener una camioneta y DIRECTV en sus viviendas. Y lo peor, la gente del lugar nunca llega a votar.
Con toda esta adversidad, ellos todos los días tienen clases. Van a la escuela porque quieren ser mejores, pero no tienen los medios.
Jaquelina, también transmitió las sensaciones que le dejó su experiencia en Formosa, a través de su cuenta en la red social Facebook, donde recibió elogios y adhesiones a la causa. Esto compartió:
Quiero contarles una historia de esas que hacen llorar. Esta es la historia de nuestros hermanos olvidados, los que allá lejos e incomunicados sobreviven con los restos de nuestra era consumista. Ellos, que eran dueños de estas tierras y de nuestras raíces, sólo piden tres cosas básicas: agua potable, una maestra y la visita de un médico una vez por mes.
Son maestros, padres, líderes y sufrientes, todo en una vez. No reciben pensiones ni asignaciones y, en el pueblo más cercano, a tres horas de bicicleta –porque no tienen otro medio-, los engañan haciéndolos sacar fotocopias para armar un expediente de ANSES que nunca llega a destino.
Duele verlos, duele escucharlos, pero más duele saber que nosotros, los visitantes, volvemos a nuestros hogares y ellos siguen esperando.
Si logré captar su atención, no se queden con esta información, compártanla, y quizás podamos contagiar a más aventureros que se lleguen al Impenetrable, donde la escuela no tiene paredes y los chicos tienen mucho hambre, mientras que los que de verdad tienen que hacer, aún están muy ocupados para poder tomar las riendas de este asunto.