*Editorial, por Natalia Marchisoney
El viernes 7 de julio, el reloj dio las nueve de la noche y Todo Pasión se transformó en una fábrica de emociones. Era el principio del final del Concurso Gran Arroyitense. Las puertas se abrían y cerraban dando paso a los finalistas y sus acompañantes. Nadie sabía muy bien qué les depararía esa velada tan anunciada.
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Lo único que habíamos anticipado –y permítanme la primera persona- era que sería un momento para “celebrar a las buenas personas”. Lo dije, como buscando ponerle nombre a las cosas, en una nota para Canal 3, porque siempre tendemos a la rotulación de todo. Después caí en la cuenta de que era así, de que había que darles un premio a los que se levantan y se acuestan, todos los días, haciendo las cosas bien. Pero no lo actúan, ni lo premeditan, no; son así por naturaleza, y hacen que uno se sienta chiquita y avergonzada porque ellos son tan, pero tan virtuosos.
En el Concurso Gran Arroyitense, idea original de Leandro Patiño Olmos, hubo 24 nominados por los lectores de la página de Facebook El Arroyitense y 10 de ellos pasaron a la siguiente instancia, siendo los más votados en la misma red social. Ese grupo contó con casi 5.000 votos –entre compartidos, comentarios y reacciones, como Me encanta y Me gusta-, lo que le dio legitimidad al certamen y a estas postulaciones. Claro, que queríamos darle una vuelta de tuerca más, con la incorporación de un honorable jurado. Los ciudadanos Ilustres, “Coco” Schiavoni y “Chichí” Alonso de Mazzoni; el vicedirector de la Vélez, Mariano Acosta; los directores de las revistas Sintonía y Volátil, Gerardo Gil y Guillermina Radici; el director de El Arroyitense, Federico Ponsetto, y la viceintendenta Graciela “Chela” Tristany, le dieron forma al pensamiento del comité que debatió más de una hora, para arribar a la decisión final. Dijeron que salieron “estresados” de tanto compromiso que pusieron en la elección.
En el aire, como flotando, estaban esos valores que buscábamos en aquel que se consagrara como Gran Arroyitense 2017. De repente afloraban todos, en los rostros y las vidas de nuestros, ya muy queridos, finalistas. La perseverancia de superarse y atravesar adversidades de Fede Bonetto, Susana Trasmontana y Pierina “Pipi” Costantini; la entrega incondicional de Mercedes “Pini” Pregliatto; la capacidad de transformación del dolor de una pérdida que no tiene nombre, en grandes obras, de Iván Orellano; la humildad y la solidaridad del matrimonio Varela y de “Tita” de Maggi; el don de gentes y la creatividad para ser profesionales humanos de Víctor Costilla, Patricia Priotto y Silvana Ceccón.
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De pronto estábamos ahí, esperando por un veredicto que ya era anécdota. Nos encontrábamos hechos unos manojos de nervios, con las familias orgullosas de los suyos deseando que fuera el nombre de su hijo, su padre, su madre o su hermano, el que saliera de nuestras bocas, tras haberse expresado en un papel blanco, que esperaba dentro de un sobre rojo. Ya estaba escrito. A continuación, pronunciamos con el último aliento de una noche que nos había dejado exhaustos, dos palabras: IVÁN ORELLANO.
No nos alcanzaron las lágrimas, que eran la perfecta conjunción entre la pena más profunda y la alegría más intensa. Pienso que la vida tiene dos caras, como una moneda. Que cuando se produce la muerte más inexplicable, nace la flor más estridente. Y así, por esas cosas que ni Alan Turing puede decodificar, se produce un milagro.
Un día se miró al espejo, pensando “¿y ahora qué?” Después de eso, una fuerza capaz de mover las placas tectónicas lo impulsó a seguir. Así, pasaron los segundos interminables, los minutos agotadores, las horas dolorosas, los días tediosos, las semanas agobiantes, los meses eternos y los años. No volvió a ser el de antes, pero aprendió que la reconstrucción no era una opción, sino una obligación. Algo adentro de él le dijo que ya no iba a pasar desapercibido. Tenía una misión ineludible. Y ahí estaba, con esa gran cruz, pero también con la convicción de que así tenía que ser. Su tragedia salva, todos los días, muchas vidas. Y a él, no sé si le servirá de consuelo, pero lo hace caminar.
Gracias a ellos, fue posible la realización del Concurso Gran Arroyitense:
https://www.youtube.com/watch?v=XI9yu9BJfx4
Agradecemos las imágenes a Yanina Guibert, de Revista Volátil.