*Por Comisión Ejecutiva – Conferencia Episcopal Argentina
Buenos Aires, 1 de octubre de 2015
El pueblo argentino vive un año de especial significación cívica con una agenda electoral intensa que representa el ejercicio soberano de la voluntad popular. Se expresa así la “Nación que queremos”.
La democracia, que tanto esfuerzo nos ha costado alcanzar y preservar, es una conquista que no puede ponerse en riesgo por la existencia de prácticas que puedan socavar su legitimidad. Nos interesa la consolidación y desarrollo de nuestro sistema democrático en paz. Lamentablemente hemos asistido a un clima de agravios, sospechas y denuncias que debilitan la credibilidad de personas e instituciones.
Frente a ello sólo cabe recomponer una actitud de respeto, de diálogo sincero y de participación comprometida. Es necesario retomar el camino de los valores éticos y promover, como nos invita el Papa Francisco, una cultura del encuentro que facilite la amistad social. Así podremos vivir las elecciones como un acontecimiento esperanzador, que refleje el nivel cívico de un pueblo que va a las urnas con la convicción de que es el mejor modo de expresar la voluntad de ser una Nación cada vez más inclusiva para todos los argentinos.
De este acontecimiento, que debe ser una auténtica fiesta cívica en el marco de la Constitución Nacional, son garantes el Estado, los Partidos Políticos y los Ciudadanos. A cada uno le corresponde un papel y una responsabilidad que hacen al bien de la República. Todos somos responsables, nadie puede sentirse ajeno:
– Al Estado en sus diversos poderes le corresponde crear las condiciones objetivas que aseguren un desarrollo transparente, dando garantías al acto eleccionario.
– Los candidatos y Partidos Políticos deben presentar con claridad sus plataformas, propuestas e ideas; como así también ser respetuosos ante los ocasionales adversarios.
– Los ciudadanos, en el ejercicio de nuestra libertad y derechos, tenemos que conocer y discernir sobre las propuestas que mejor respondan a nuestros principios y convicciones, como así también sobre la idoneidad y coherencia de las personas que buscan nuestro voto. Todos tenemos derecho a desear un país mejor.
Una democracia sin valores y sin ejemplaridad se empobrece. Por lo tanto, no deberían escatimarse esfuerzos en orden a mejorar los procedimientos, asegurar la transparencia y evitar todo tipo de sospechas que terminen provocando desconfianza y acentúen las divisiones entre los argentinos. Que ningún signo de violencia o intolerancia ensombrezca el acto eleccionario y, al mismo tiempo, esperamos actitudes de nobleza para reconocer y respetar la legítima y soberana voluntad popular.
En camino a la celebración del Bicentenario de la Independencia Nacional anhelamos que estas elecciones honren el sacrificio y la entrega de nuestros mayores, por eso ponemos estas reflexiones en las manos de Nuestra Madre de Luján que siempre nos ha acompañado a lo largo de la historia, y elevamos juntos la oración por la Patria: Queremos ser nación, una nación cuya identidad sea la pasión por la verdad y el compromiso con el bien común…. Concédenos la sabiduría del diálogo y la alegría de la esperanza que no defrauda.