Pasaron por la ciudad de Arroyito, en noviembre de 2019 y actualmente están en San Francisco, donde están varados y no pueden continuar su gira por el país, ya que a los pocos días de llegar Alberto Fernández decretó el aislamiento por el coronavirus.
Seis familias circenses, en total 20 personas, quedaron varadas en nuestra ciudad a raíz del aislamiento social, preventivo y obligatorio decretado por el presidente Alberto Fernández el pasado 20 de marzo.
No tienen domicilio fijo y aseguran que están viviendo una experiencia inédita en su vida nómade que se detuvo, y no saben hasta cuándo, pero sí cómo será el regreso, «más emotivo que nunca».
Grandes y chicos hoy subsisten gracias a lo recaudado en las primeras funciones, las pocas que pudieron hacer antes de que todo cambiara.
Un circo en cuarentena
Una carpa con capacidad para 350 personas descansa en un camión; al costado, el «globo de la muerte», en silencio; del tráiler no sale el olor a papas fritas recién hechas o al caramelo de los pochoclos, se parece más a un carromato detenido en el tiempo.
En el predio que el circo Atlas ocupa en la Sociedad Rural todo es desolación, allí quedaron variadas seis familias que conforman esta comunidad circense.
Antes de que el asilamiento sea obligatorio, el municipio ya había decretado medidas para prevenir la propagación del coronavirus, entre ellas, la suspensión de todo espectáculo que implicase alta concentración de gente. Ni cine, ni teatro, tampoco casamientos ni cumpleaños, menos circos. Así, la vida itinerante de las familias del Atlas se detuvo por más tiempo del esperado en nuestra ciudad de paso en su gira.
Están varados aquí, sin poder moverse desde hace casi un mes, sin poder seguir ruta, aunque, al menos hasta el 13 de abril, ningún lugar del país podría recibirlos.
«En la situación en la que estamos, sin poder trabajar, tenemos que cuidar lo mucho o poco que tenemos. Son pocas las empresas que se dedican al arreglo de las carpas, a su construcción y todo tiene valor dólar», dijo a LA VOZ DE SAN JUSTO Alejandra Montes de Oca, una de las integrantes del circo.
Alejandra observa a su alrededor, su mundo, y no puede creer que se haya detenido. Un virus puso todo al revés. Alejandra y su marido son la tercera generación del Atlas, que ya tiene 30 años de trayectoria. Reconoce que nunca antes vivieron algo así: «Esto es algo que jamás nos pasó».
Un circo en pausa
Una vida sin lujos
Al grupo del circo Atlas la componen 20 personas entre adultos y adolescentes, todos parientes entre sí. El ingreso de los que trabajan en el circo, según Alejandra, es similar al salario mínimo, es decir, unos 16.000 pesos que surgen de lo recaudado entre entradas y la venta de merchandising.
Desde que llegaron la primera semana de marzo, apenas pudieron hacer algunas funciones, luego todo quedó suspendido.
Actualmente se valen de unos pocos ahorros para subsistir. «Lo primero que se interrumpieron fueron los eventos masivos y nosotros no estábamos ajenos a eso. Nuestro lugar recibe mucho público y es para toda la familia. Son cuatro días los que trabajamos y más los extras durante los espectáculos, eso es lo que nos sirve para vivir ahora. En el circo uno sabe que el ingreso es semanal y que hay momentos más complicados que otros pero nunca pasamos mucho tiempo sin trabajar», agregó la entrevistada.
No tienen lujos pero sí que pagar servicios como luz, Internet, locación y combustible. «Tenemos gastos como toda la gente. Estamos preocupados por toda la gente que tenemos a cargo», expresó.
Aislados pero conectados
«Va a ser difícil volver. Primero, porque dicen que los espectáculos masivos van a ser lo último que habilitarán y si lo hicieran, la gente ¿se animará a estar con muchas personas alrededor? Tenemos muchas dudas y estamos pensando en opciones», comentó Alejandra vaticinando cómo será la salida de la cuarentena.
«Ahora estamos lejos de Buenos Aires. El traslado es imposible y menos podemos pensar en cambiar nuestro estilo de vida y de profesión de un día para el otro. Yo soy profesora de Inglés pero ¿quién me dará trabajo ahora?», siguió la mujer que al igual que el resto de la troupe proviene de territorio bonaerense.
No la consuela, pero Alejandra es consiente que la realidad de su circo es la misma para todos los que viven de este arte. «La comunidad circense está conectada. A diferencia de lo que ocurría años atrás, cuando nadie sabía cómo estaba el resto de los circos, hoy estamos conectados a través de las redes sociales y sabemos cómo está el otro».
Consultada sobre ese espectáculo que increíblemente quedó en pausa en nuestra ciudad, los describió como «tradicional». En el último tiempo «nos reinventamos para brindar emoción y adrenalina al público. Tenemos a los payasos, al presentador, otras disciplinas que sorprenden al público, los malabaristas y acróbatas. También está el riesgo con las motos en la esfera de la muerte», enumeró.
En el predio de la Rural, para el circo todo es incertidumbre.
Cuidarse unos a otros
Eso de cuidarnos y cuidar al otro que pareciera es algo que vino a enseñarnos el Covid – 19, en el circo es regla, y no de ahora, de siempre. «El circo es muy familiero. Están los abuelos, los niños, los tíos, los hermanos. Nos cuidamos entre todos. En nuestro circo hay muchas personas adultas y está en nuestro ADN viajar y estar un poco en cada lugar y la única forma de cuidarnos es tomando los recaudos de prevención necesarios. Lo más importante es el aliento de unos a otros para seguir cuando el show debe esperar», indicó la artista.
Antes de ser Atlas, primero fue Montecarlo, luego American Show hasta su actual denominación. Los fundadores de este circo llegaron desde Uruguay a la Ciudad de Buenos Aires donde comenzaron a dar sus primeros pasos y hoy está comandado por la familia de Alejandra.
La carpa espera.
Si cumplen el cronograma de la gira, la próxima parada será Santa Fe, mientras tanto hoy ya son una familia más de barrio Consolata, donde los vecinos se acostumbraron a verlos y son amables con ellos. «La gente nos reconoce en el barrio y cuando vamos a hacer los mandados, nos saludan y preguntan cómo estamos. Es muy amable y servicial», resaltó Alejandra.
Y finalizó la charla defendiendo de cualquier epidemia lo que más ama hacer: «El circo es muy particular, es contacto pleno, es poder revivir emociones de niños a cualquier edad. Creo que después de todo esto, el regreso va a ser más emotivo que nunca».
Nota: La Voz de San Justo