«Los países más industrializados del mundo subsidian la energía, pero lo hacen criteriosamente», afirma esta columna de opinión.
Por el profesor licenciado Mariano Acosta
“Hay gente que se pone a cantar, ¡a cantar en el baño!, media hora en el baño. No chico… tres minutos es más que suficiente. Tres minutos he contado yo y no quedo hediondo, se los garantizo. Un minuto inicial, sin dejar correr el agua hasta que caliente. Un minuto jabón y shampoo y un minuto para quitarse… No estamos en tiempo de Jacuzzi… vamos a ahorrar agua y energía eléctrica” son los consejos que dio el fallecido presidente de Venezuela Hugo Chávez y que fueron objeto de ridiculización y burla.
En Neuquén, luego de rechazar la posibilidad de dar marchar atrás con los tarifazos en los servicios públicos y de manifestar que los subsidios fueron “la mentira que más daño nos ha hecho”, el presidente propuso una auténtica solución chavista: “Que todos los argentinos asumamos el compromiso de consumir menos. Cada luz que apagamos, cada hornalla que cerramos, todo suma».
Y anunció que en los próximos días su gobierno comenzará a difundir una campaña publicitaria con consejos para reducir el consumo de gas, agua y luz en los hogares de modo de que los tarifazos se sientan lo menos posible.
Tomar duchas no más de 15 minutos; calefaccionar solo los ambientes en los que hay gente; apagar la llama de los pilotos de calefones y tiros balanceados; regular el termostato de la calefacción en 20 grados; evitar mezclar agua caliente y agua fría para regular la temperatura del agua y hacerlo directamente desde el calefón o termotanque; usar una ducha con flor; a la hora de cocinar utilizar ollas cuya superficie abarque más espacio que la hornalla y siempre mantener la olla tapada… son propuestas del estilo que comenzaremos a ver/escuchar/leer en los próximos días. Algo así como una edición ampliada del manual chavista.
En ese mismo discurso tiró la pelota a la cancha de los gobernadores e intendentes: “Les pido a las provincias y a los municipios que eliminen los impuestos a los servicios públicos para que puedan bajar las facturas de los hogares, los comercios y las industrias”, les dedicó.
Y las respuestas no se hicieron esperar. Desde Córdoba nuestro gobernador le solicitó al presidente «estudiar una baja en el IVA, que es un impuesto que llega hasta el 27%, así aportamos todos: nación, provincias y municipios».
Y le pidió al gobierno de la Nación que “…el subsidio y la tarifa social que la Nación le da en el agua y las cloacas a Capital Federal y Gran Buenos Aires, se extiendan a todo el país”. Desnudando de esta manera que regular el termostato en 20º, si bien ayuda, no resuelve ni por asomo la situación de fondo.
El tema sigue pasando por que todos, no solo municipios y cooperativas, asuman que las boletas no son herramientas recaudatorias. Pero no de los $106 que me descuentan por cuenta y orden de la AMA por servicio de sepelio, sino de los cargos “transitorios” provinciales que son “para siempre” (entre ellos, el Fondo Especial de Desarrollo Eléctrico que pagan los bonaerenses que data de 1967 y ya nadie recuerda con qué fin fue creado), del 21% del IVA, entre otros.
Sigue pasando porque se asuma con claridad que si se transfieren servicios para que sean prestados por los Municipios, estos vengan con recursos suficientes. Sino así es muy sencillo ordenar reducir tasas sin hacerse cargo de una manera adecuada y suficiente de la educación, la salud y la seguridad. No hace falta enumerar en este punto la cantidad de pastelitos freídos, números de rifa vendidos, bingos jugados y un largo etcétera al que deben recurrir las instituciones para funcionar.
Sigue pasando por hacer eficiente a EPEC, que vende uno de los kWh más caros del país lo que hace que la base imponible sobre la que se aplican los impuestos sea mucho más alta que en el resto de las provincias. Los santafesinos, por ejemplo, pagan casi el 9% más barata la energía.
Los países más industrializados del mundo subsidian la energía por considerársela parte vital e imprescindible de su desarrollo económico y bienestar social de su población. Pero lo hacen criteriosamente.
En nuestro país, en el momento de mayor incidencia de los subsidios en el gasto público, uno de cada cinco pesos del presupuesto nacional se destinaba a subsidiar servicios, llegando a representar el 81% de los ingresos de las empresas que generan, transportan y distribuyen la energía. Fueron más de 12 años de subsidios que se entregaban sin controlar las inversiones que esas empresas se comprometían a realizar a cambio de lo que recibían; de subsidios socialmente mal distribuidos y sin criterios de equidad regional. La mayor parte iban a parar a Buenos Aires.
Al respecto dice Claudio Fantini, en su columna del 21 de abril en La Voz del Interior, “Está claro que la herencia de déficit fiscal, retraso cambiario, inflación y sobrecarga impositiva le impusieron resolver verdaderas cuadraturas de círculo. El problema de Macri es que su equipo económico a veces no resuelve ni la cuadratura del cuadrado”.
Esto debía ser revisado. Pero la solución no puede pasar –una vez más y van…- por tirarle el problema en la cara a los usuarios de la noche a la mañana. Una situación de tamaña complejidad requiere de acciones fiscalmente responsables, socialmente sensibles y técnicamente rigurosas.
A cambio hemos visto: ir contra la realidad; maquillar situaciones; anunciar beneficios que no lo son y planes de pago con intereses; realizar pedidos de menores consumos; prometer enseñarnos a consumir mejor; compararnos con el consumo de chilenos y uruguayos; realizar sesiones parlamentarias que no fueron y otras que fueron solo para cumplir con las formas y en donde el “diálogo” consistió en bochar 29 proyectos opositores…
En ese desaguisado sigue sin aparecer una solución sensata. Salvo que, por arte de magia, las recetas chavistas se hayan vuelto “razonables”.