Integraba el privilegiados lote conformado por una veintena de cordobeses con más de un siglo de vida. Dejó de existir en las últimas horas de ayer jueves 17 de marzo. Los restos mortales de Enriqueta son velados en las salas ubicadas en la intersección de las calles Rafael Bianchi y Av. Mariano Moreno. El sepelio será esta tarde, a las 17:30 horas, en la necrópolis local, previo oficio religioso de cuerpo presente en la Parroquia Nuestra Señora de la Merced. Casa de duelo: Rivadavia 531.
Desde El Arroyitense enviamos nuestras condolencias a la familia de Enriqueta y la recordamos a través de un texto escrito por su nieta María Fernanda Gerbino, en ocasión de cumplirse su 102º aniversario de vida, en el mes de agosto del año 2015.
«Ciento dos años para la historia es sólo una pequeña porción de tiempo, pero para una persona representa un largo camino de vivencias, anécdotas y recuerdos. También ubica a quien tenga la gracia de vivirlos como testigo privilegiado del proceso de transformación de su comunidad, de la fisonomía de su ciudad y la forma de vida de su gente.
La historia de vida de hoy tiene como protagonista nuevamente a Enriqueta Lerda, una mujer para la que 102 años no es nada y los festejó con alegría rodeada de sus familiares.
Nacida en Carrilobo, un pueblito de Córdoba, allá por 1913, en un frío 8 de agosto.
Su nombre, Enriqueta Lerda, hija de Lucía Macario y Amadeo Lerda, inmigrantes italianos.
La séptima hija de doce hermanos: Lucía, Antonio, Esteban, Amadeo, Bautista, Miguel, que murió de bebé, Enriqueta, Luis, Pedro, Pablo, Ángela y Blás.
En sus relatos, recuerda mucho de su infancia feliz, con padres amorosos y hermanos a los que debió llorar su muerte. Es la única que queda de esta gran familia.
Conoció el dolor de perder hermanos muy jóvenes, sabrá Dios de qué… en aquellos tiempos, y el dolor de la muerte de sus padres.
Conoció al amor de su vida, Juan María Dellavale, a quien veía una vez al mes en alguno que otro baile ¡cómo le gustaba bailar!
Con él se casó y sostuvo 65 años de amor incondicional, su Juancito a quien todavía ahora, después de 17 años de no tenerlo, le pone flores para su cumpleaños y le habla como si lo tuviera aún a su lado ¡ella es una niña con mucha imaginación! Tuvo una sola hija, quien vive por y para ella, Lilia Inés Dellavale.
La vida le regaló, en recompensa, cuatro nietas: Susana, Alicia, Graciela y María Fernanda; nueve bisnietos: Marcos, Juan José, Luisina, Lucía, Virginia, Guillermo; María José, Luciano y su pimpollo, Alfonsina. Luego vinieron los tataranietos: Francisco, María Isabella y Malena.
Mujer noble, buena… tan buena, fuerte, alegre, abrazadora; que supo labrar la tierra y amasar el pan para llevar a la mesa de una súper familia.
No conoció el mar, pero saborea la sal de la vida.
No es astronauta, pero sabe de las cuatro fases de la luna, de la salida del sol y su ocaso, de las estrellas donde alberga a sus seres amados.
No es navegante, pero tiene una nave cuyo timón es su fe en Dios.
No es escritora, tal vez no se acuerde qué hizo ayer, pero narra como nadie sus mejores épocas; las de la niñez, las de sus mocedades, las de la mesa repleta de hermanos, progenitores, tíos, abuelos.
Reza fervientemente por todos y se abraza al corazón de Jesús y a su rosario que la acompaña todo el día.
Si pasas frente a su casa, no te extrañes de verla barrer una y mil veces las hojas que le baja el otoño, como a propósito, empeñado en que siga activa.
En su cumpleaños, la visitaron vecinos, familiares, amigos y la especial visita del intendente Mauricio Cravero quien desde el inicio de su gestión viene acompañándola, en cada aniversario de vida. Ella es muy respetuosa de la autoridad y estos gestos le dan vida: `Muchas gracias Intendente, es un honor para mí, tu visita.»
Foto: Prensa Municipal.