El emprendimiento de Soledad Juarez le rinde homenaje a la fortaleza de tres mujeres que son sus antecesoras las cuales enviudaron jóvenes y marcaron su vida con amor y sabiduría.
- Soledad tiene una faceta de docente, pero también encontró en Abuela bis un motivo para contar su propia historia. (Fotos: Manuel Ruiz / LA VOZ DE SAN JUSTO)
Por Ivana Acosta | LVSJ
El rostro de Soledad Juarez es también una mezcla de los rasgos de su madre, abuela y bisabuela ¿Qué tienen en común? Todas fueron la primera mujer de su respectiva generación y cada una de ellas debió salir adelante sola, siendo jóvenes madres porque perdieron a su compañero.
El rostro de sus abuelas y la mamá vino a la mente de Soledad cuando en 2019 una amiga «insistió mucho» en que cosiera. Ella que nunca había hecho muchas cosas en su vida y está dedicada a su familia y el trabajo como profesora de Historia no se imaginaba en ese rol.
Sin embargo, cuando a ella su amiga la impulsó pensó de inmediato en el nombre – que era lo único seguro – le pondría a lo que ahora es un emprendimiento. Abuela bis es la conjunción de Ángela María, Catalina y Nora (bisabuela Lita, abuela Caty y «ma») quienes fueron la inspiración de ese nombre porque de todas heredó la fortaleza, la sapiencia y los saberes que le dan forma a esta actividad.
«Cuando cumplí 40 vi que tenía mucho trabajo concentrado y disponibilidad horaria y era algo que me molestaba y tenía que ubicarla en algo. Hasta ese momento no era de hacer muchas cosas, empecé a coser haciéndole regalos a mis amigas y familia», dijo con soltura, una característica que también tiene su mamá.
De repente Soledad se encontró pensando qué forma darle a un proyecto del que solo sabía que se llamaría Abuela bis porque en aquella señora a la que llamaba Lita se escondían muchas cosas.
«A mi bisabuela le decía así porque siempre fui de cambiar las palabras, a toda la familia le simplifiqué los nombres», contó y ahí hay que agregar que a su abuela por ejemplo la llamó Caty directamente.
En cada generación las telas fueron un elemento fundamental. A ella le gusta lavarlas, despojarlas del almidón que traen, plancharlas de nuevo y sentir su verdadera esencia suave y sencilla. Esos aprendizajes no vinieron de la nada sino de ver cómo las tres generaciones antecesoras trataban igual a ese material.
No podía ser menos siendo tan unida a una bisabuela lavandera, una abuela modista y costurera y una mamá que estuvo al frente de un comercio 32 años donde la seda y los pañuelos para combinar fueron una constante.
Unidas
Soledad cree que cada una de las mujeres está ubicada perfecto en la época que les tocó y rearmó de a poco la historia. «Mi bisabuela cuando queda viuda vivía en Quebracho Herrado para afrontar la crianza de su hija adolescente abre las puertas de su casa para trabajar. Mi bisabuela Ángela María, le decían Angelita y yo le puse Lita, queda viuda en 1951 a los 39 años y la mujer empezaba a independizarse en esa época».
Con una familia a cuestas Lita se transformó en planchadora e iba a trabajar a muchas estancias alrededor de Quebracho y los empleados del ferrocarril.
«Íbamos a su casa y nos daba mate con leche, nos contaba las historias de ellos como entregaban y ella les devolvía los paquetes de ropa, como llegaban separados entre la de los patrones y empleados. Lavaba a mano, con fuentones de chapa, con tabla de lavar, ella blanqueaba la ropa para retirar las manchas y esas cosas que son parte de la familia y la hizo a ella, cómo comenzó a luchar», contó evocando la figura de Lita.
Con los años fue mermando en el oficio y el tiempo dio paso a otras cosas, pero si algo no cambió es que las mujeres bordaban, cosían y ese tipo de actividades. Ahí llegó ya como mujer adulta su abuela Caty que enviudó a los 50 años.
«Empezó a coser de jovencita, se casó y fue a vivir al campo con mi abuelo, cosió para ella y el bebé que esperaba, ella cosía muy bonito. Fue modista muchos años y arriesgada en hacer contrastes, jugaba con los diseños. La vi coser muchos años y cuando mi abuelo enfermó se abocó a él y enviudó en los ’80 con el retorno a la democracia e hizo más costura», señaló.
Ahí aparece su mamá, en el momento exacto, con la libertad y un quiebre en la transformación de las mujeres. «En el medio nace el comercio de mi mamá en San Luis 32 donde estuvo 32 años, nosotros nos criamos atrás de un mostrador», dijo de Nora que vio partir a su compañero cuando tenía 44 años.
De ella heredó la forma de entender como debe ser un comercio, qué se precisa y vio salir a flote a una mujer fuerte a la que ve siempre ahora desde otros lugares y momentos de la vida.
Protagonistas
Soledad, fue la primera entre nietos y sobrinos en la familia y gozó de compartir la vida con sus abuelas mucho tiempo por eso ellas fueron con sus gestos, saberes e historias seres «muy presentes» en su vida.
«Mis abuelas junto con mi mamá todas protagonizaron una etapa donde todo se hacía más casero, estaba todo muy relacionado en esa época a la comida de mis abuelas», relató.
Esas características le dieron forma a un proyecto donde el tratamiento de la tela, como le enseñaron sus abuelas y mamá es fundamental.
«Pensaba ‘¿qué voy a coser?’ Y charlaba con mi amiga y Cristian (su esposo), quería que fuera algo rápido, con colores. Me gustaba hacer repasadores y delantales», comentó.
Así empezó con blanquería de cocina (delantales, individuales, repasadores, caminos de mesa) y blanquera de dormitorio (batas y sábanas).
En un tris, se encontró publicando sus trabajos en Instagram – varios meses después – y tomando clases en diferentes talleres: «Aprendí a pintar e intervenir las telas, hice otro curso de fotografía. El año pasado hubo seminarios virtuales y algunos de ellos realicé».
De esa forma logró canalizar lo que a todos les pasa en la vida, se «reestableció emocionalmente» y ese trabajo fue «una salvación» el año pasado cuando trabajó con la escuela virtual, algo que sostiene que «totalmente demandante».
Soledad pinta, cose, da clases, mira y se mueve con la misma soltura que sus abuelas y la mamá, todas mujeres fuertes que marcaron a nivel micro una época, la suya misma, la de su crecimiento y la de Abuela bis.
Imágenes y noticia: La Voz de San Justo